Stop in the name of Love!

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La chica parecía recién salida de la peluquería directa a la boda. Pero no, eso no resultaría extraño si no fuera porque la acababan de perseguir una manada de diplodocus en plan encierro de San Fermín. De lo más natural. Las películas son así, le piden al espectador que ponga de su parte, si no, todo se viene abajo. Ó al menos eso es lo que piensan ciertos directores. Aunque hay otros, vamos a llamarlos "los buenos" por ejemplo.., que consiguen que no te fijes en estas menudencias, que sigas la historia con paroxismo, que mires con odio y desprecies al que te interrumpe ( "¿que el romano lleva reloj? ¿y qué? ¿qué carajo llevas tú en la muñeca?¡sal de mi vista!") prosigo: que llores como una nenaza (yo lloré con Mi pie izquierdo ¡Dios! como me ardían las mejillas..) continúo: que te llevan del cuello allí donde ellos quieren, que transforman la caverna que puedes tener por cerebro en un loft fantástico y multifuncional de Manhattan, que transforman tu cándida y colorida visión del mundo en una ciénaga vista a través del cristalino monocromático de un perro, que en definitiva sacan lo mejor y lo peor que lleva uno dentro.
Somos plastilina en manos de gente con talento. Qué chungo...Señor, ¡¡danos directores mediocres!!
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