Olas

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He abierto la caja de madera que encontré la pasada semana en el armario de mi padre.
La caja está barnizada y se encuentra adornada con pequeños remaches metálicos e incrustaciones de pequeñas piedras de color rojo y verde. No creo que sean preciosas. En su interior forrado de terciopelo rojo había un sobre amarillento, cerrado con una gota de lacre carmesí.
En principio no sabía qué hacer. Mi padre siempre había sido celoso de sus cosas; me tenía prohibido tocar, sin permiso, cualquier ejemplar de su sagrada biblioteca.
Pero el viejo cabrón ya estaba muerto, así que sin pensarlo más rompí el sello.
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