A menudo me apetece

.
Giles Rabelais era un hombre imperfecto. Había destinado gran parte de su vida a viajar al Polo Norte, pero las circunstancias y una manera de ser iracunda al mismo tiempo que comedida lo habían llevado finalmente al Estrecho de Bering, allí entre Siberia y Alaska. Casi justo, pero no en el punto exacto.
Y en ello andaba que no sabía como sentirse. Había llegado lejos y muy cerca, pero no al maldito Polo Norte.
Al borde de la cama se sentaba su compañero, Domenchus Fabre, el cuál le había acompañado a los mandos de aquel barco construído en madera oscura y metal azul.
Domenchus también se sentía cerca del último sueño, y viendo que no quería partir solo lo despidió diciendo:
- Es hora de que te mueras, viejo.
- Sí, ya lo sé Dome, pero terminaremos lo que un día comencé aunque tengamos que venir del mismo Infierno.
.
Free counter and web stats